III
Jóvenes perdidos
Lily Carter.
Para Lily, su nueva amiga Helen podría resultar un polo opuesto, sin embargo, en el fondo, podía sentir que algo le conectaba con ella. Ambas jóvenes eran como el agua y el aceite por fuera, pero por dentro, sus almas eran afines. Lily se había enterado de la apertura de un nuevo club nocturno así que decidió invitar a Helen, ella supo en un principio que la joven dudaría en aceptar tal invitación, pero si Lily podría ser algo, era un hueso duro de roer, la chica insistió e insistió hasta que al fin convenció. A su amiga, pero bajo una condición. Lily tendría que pasar por ella afueras de su casa. Acepto pues sabía que jamás la decepcionaría.
Esa noche Lily se vistió aún más atrevida de lo que usualmente lo hacía, se puso un vestido bien corto y con un pronunciado escote y su idea principal era hacer ver a Helen que era capaz de llevar una vida de libertinaje sin ningún problema en vez de ser siempre la persona sometida por las estrictas reglas de su macabra abuela. Llegó puntual y se encontraba esperando a la joven a las afueras de la casa Bauer, esperó un rato y luego de eso supuso que esperaba a que su abuela terminase de dormirse. La noche estaba fresca y silenciosa, muy silenciosa, pero era confortable para ella hasta que, de un momento a otro, dejó de serlo.
No supo cómo, pero todo el ambiente cambió rápidamente, el fresco se había ido y un calor insoportable y casi infernal la sofocaba, de su frente muchas gotas de sudor comenzaron a caer y ella lo odiaba, se preguntaba qué tanto más tardaría la abuela de Helen en dormirse, ya no le gustaba en nada estar ahí esperándola con tanto calor. De un momento a otro, la luz en la calle se cortó y ahora sí que le gustaba menos su situación. Comenzó a escuchar ruidos raros y no sabía percibir de dónde venía, como un acto de magia la luz regresó, solo que esta vez era enceguecedora. Cuando pudo mirar, se paralizó del miedo, no tenía control sobre su cuerpo, sobre su mente, sobre nada, quería gritar, pero por más que intentara no lo hacía. Era tan aterrador lo que estaba frente a sus ojos, ocho patas, ochos ojos, colmillos enormes, era un monstruo, una bestia, algo infernal, era una criatura del diablo.
―Por favor, no me hagas nada ―dijo cuándo por fin pudo formarse una palabra en su boca, entre lágrimas y un miedo mortal.
Pero el monstruo no parecía entenderla, se acercó cada vez más hasta que noqueo a la chica lanzándola por los aires de un golpe. Lily cayó inconsciente sobre el duro pavimento.
Dan Crawford.
El primer día de clases no estaba resultando fácil para el joven recién llegado. En sus primeros periodos ya había hecho el ridículo al caérsele todo al piso, luego consiguió en su camino a unos Bullying. En el almuerzo había desparramado todo el jugo de manzana sobre su puré de papa y la lista de desafortunados continuó hasta sonar el último timbre. En el camino de regreso a casa iba pensando en sus dos amigos, Harry y Henry y lo mucho que extrañaba a estos, justo ahora estarían leyendo cómics y viendo series de terror en Habflix. Los extrañaba mucho y su estado de ánimo se estaba hundiendo en la depresión por lo mismo. Se preguntaba cuánto tiempo más le tomaría a su madre curarse, no llevaba mucho en ese lugar, pero sí que detestaba ese pueblo. Para un joven nacido y criado en la ciudad, Endsville estaba resultando infernal.
―Puedo ir a tu lado ―dijo una voz sacándolo de su trance pensativo.
Era Helen Bauer.
―Prefiero caminar solo, pero supongo que vas en la misma dirección que yo.
―Así es ―la joven esbozó una sonrisa.
―Dan Crawford ―el chico se detuvo un momento para extender su mano.
―Helen Bauer, pero me puede decir Hel ― correspondió ella con su mano―, así me dice mi mejor amiga, o bueno, me decía así.
― ¿Te decía?
―Si, es que… Es algo complicado, éramos unidas, pero anoche quedamos en salir juntas y no apareció, hoy tampoco fue a la escuela, la trate de llamar y nada.
―Y, ¿has ido a su casa? A lo mejor está enferma.
―Si, quizás es eso, pero es que no sé, ella y yo somos tan diferentes, no sé ni como nos hicimos amigas en un principio.
Por un momento, Dan se dio cuenta que estaba interactuando libremente con una persona que apenas acababa de conocer y se sorprendió a sí mismo. Él se lo hizo saber.
―Disculpa, pero has logrado algo que nadie más hubiese podido, establecer una conversación conmigo, así que, si pudiste hacer eso conmigo ya sé porque tú y tu mejor amiga son eso, amigas.
Ella se sorprendió.
― ¿En serio?
―Sí, solo debes tener fe en su amistad.
―Gracias, de verdad es agradable poder hablar con alguien más.
Ambos chicos sonrieron y se ruborizaron a la vez que se daban cuenta de lo que hacían. Siguieron caminando en silencio y nunca se supo por qué, pero el camino se les hizo más largo, cada vez más y más hasta que se consideraron perdidos. El anochecer había caído y estaban en el medio del bosque de Endsville.
―Dan, no puedo llegar muy tarde, mi abuela se enojará, debemos encontrar el camino ―exclamó su preocupación Hel.
―Tranquila Hel, de seguro debemos estar cerca del camino, no creo que hayamos ido muy lejos ―respondió el chico tratando inútilmente de calmarla, pero sus palabras no pudieron estar más erradas.
Siguieron caminando durante horas entre la oscuridad, los sonidos nocturnos y movimientos raros de la naturaleza, entonces fue cuando tropezaron con algo que se detuvieron. Helen y Dan cayeron sobre el objeto y en su intento por volverse a poner de pie, tanteando todo a su alrededor se dieron cuenta de que era lo que estaba en el suelo.
―Hel, tú sientes lo mismo que yo.
―Si, pero no quiero pensar lo que es.
― ¡Helen! ¡Es un cuerpo humano!
Continuará…
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