Bienvenidos de vuelta a mi espacio de raras historias surgidas de totalmente de mi mente creativa, mis queridos nubosos. La Gran Novela, presenta a los Cuentos del Camino, una serie de relatos oscuros y tenebroso y de carácter antológico que escribo especialmente para el disfrute de ustedes. Sin más preámbulos, les dejo:

Cuentos del camino: El espantapájaros, parte I.

Tommy era un chico detraído, asustadizo y debilucho, solía ser el centro de todas las bromas pesadas, los chistes pesados y palizas injustificadas de todos los bullys de la escuela. Un día fue tan grande y peligrosa la golpiza que le dieron, que sus padres decidieron mandarlo al campo a casa de su viejo y gruñón abuelo Fred.

A Tommy no le gustaba estar con su abuelo, era un señor siempre amargado, de un mal humor interminable que siempre pagaba tratando mal al pequeño. Además, en sus campos se encontraba un antiguo espantapájaros al cual, él le tenía mucho miedo. Vestía de un antiguo saco, roído por los cuervos, una horrible mascara de tela ennegrecida por el paso de los años y la tierra. Pantalones más largos que el mismo muñeco y un sombrero viejo y sucio. A Tom le aterraba su imagen.

A primera hora del día, Tom ya se encontraba llegando a la granja, podía ver a la distancia a eso que tanto lo atemorizaba y más cerca, a Fred.

―Cada día estas más flaco y blandengue, ¿acaso no comes? ―dijo el abuelo con voz carrasposa.

―Si… si… yo…

―¡Tu qué! Ni siquiera sabes hablar mocoso. Aquí aprenderás a volverte un hombre.

El pequeño quiso llorar, pero en el interior sabía que eso lo haría peor, en su lugar se contuvo y se mordió la lengua.

Paso sus primeros días en silencio, solo soltando algunas palabras para apaciguar el mal humor de su abuelo, quien lo hacia cocinarle, limpiar y atender las distintas tareas de la granja.

―La comida que me preparas da asco, haces mal las tareas diarias, la casa sigue llegan de polvo, eres un bueno para nada, no sirves.

―Lo siento abuelo, yo solo trato de complacerte.

―¡Pues, no lo haces! Tus padres debieron abortarte, eres un inútil.

Tommy no soporto más y lagrimas cayeron desde sus ojos, lo que fue un terrible error.

―¿Ahora te atreves a llorar como nena? ¡Inútil! ―grito el viejo propinándole un tremendo golpe.

Esto hizo que el pequeño terminara de llorar a todo dar.

―Necesitas es unas buenas lecciones de como ser un hombre, tu padre me hablo de tu miedo al espantapájaros, es hora de arreglarte.

―Abuelo, ¿a qué te refieres?

―Ya lo veras.

Arrastrado por el brazo, fue llevado por su abuelo ante el horrible muñeco espantapájaros que se encontraba en el campo de la granja. Al verlo, Tommy fue capaz de sentir el miedo salir de su boca.

―Abuelo, te lo suplico, no…

―¡Cállate! Una noche con el espantapájaros te va a quitar ese tonto miedo, eso será un primer paso para tener tu hombría.

―Por favor… Abu… ―el niño no termino de hablar, pues, se desmayo de un fuerte golpe propinado por el adulto en su cabeza.

Cuando despertó, era de noche y se encontraba solo ante el feo muñeco, sentía tanto miedo que pensó en que se orinaría en sus pantalones y así fue en cierto momento. Exhalaba frio, pero no frio, del común, si no del más puro miedo. Creía escuchar voces y alaridos de cosas terroríficas. De repente, escucho un ruido que lo hizo distraerse un segundo de la vista del muñeco, pero cuando volvió hacia él, se espantó aún más, el espantapájaros no estaba.

Sintió un mano tocando su hombro y cuando vio quien era, lanzo un grito a todos los cielos y cayo inconsciente del miedo, al duro suelo del campo. La mano que había sentido, era la del muñeco.

 

Continuara…