¡Hola, buenos días, buenas tardes y/o buenas noches!
En el día de hoy, volvemos con el siguiente capítulo de esta maravillosa y nueva entrega. Hoy en día damos por hechas muchas cosas, pero a veces no sabemos el verdadero porque de estas. Pero tranquilos, estoy aquí para ayudaros. En esta entrega vamos a dar respuesta a las preguntas más interesantes y vamos a aprender muchas cosas. ¿Estáis preparados? ¡Vamos allá!
¿POR QUÉ…?
¿Por qué no se oxida el acero inoxidable?
Al acero ordinario le ocurre como al ser humano, y por cierto también a la inmensa mayoría de los seres y sustancias que pueblan el planeta: se oxida. La oxidación, que a nosotros nos envejece, al acero le produce óxidos de hierro rojizos. En su caso se debe al contacto con el oxígeno del aire, fácilmente combinable con su estructura molecular, y muy corrosivo. Por fortuna, para los usuarios del acero, a diferencia de lo que ocurre con el ser humano para el acero existe un procedimiento »anti-aging» muy eficaz, descubierto en 1913 por Harry Brearley, mientras experimentaba con aleaciones para fabricar cañones de pistola: aquellas piezas de acero que contenían una pequeña cantidad de cromo -habitualmente un mínimo del 12 por ciento- se mantenían son óxido al cabo de los meses de haber sido manipuladas. Añadido al acero, el cromo le daba un aspecto brillante -es decir, ¡cromado!- y lo hacía resistente a la suciedad y a la oxidación. La razón es que los óxidos del cromo forman una capa impermeable que impide al oxígeno reaccionar. Más tarde se descubrieron otros metales, como el aluminio y el níquel, que reaccionan de manera similar, y se fueron fijando distintas aleaciones para distintas funciones. Por cierto, no hay que confundir entre el acero inoxidable, que es un material sólido, y los aceros »bañados»: la resistencia a la corrosión de estos aceros será siempre menor, limitada al baño de metales que protegen sus superficies.
¿Por qué el estómago no se digiere a sí mismo?
Vayan por delante dos datos, por si la pregunta no le sorprende: en primer lugar, que entre los componentes de los jugos que segrega nuestro estómago para descomponer los alimentos destaca el ácido clorhídrico, una sustancia capaz de corroer por completo una pieza metálica, y en segundo lugar, que la presencia de este ácido no es precisamente anecdótica, pues el estómago elabora alrededor de seis vasos de ácido gástrico al día. La cantidad de ácido clorhídrico que genera nuestro organismo es absolutamente letal para la vida de nuestro propio organismo. Además, el ácido clorhídrico no es la única sustancia peligrosa producida internamente para facilitar la digestión. Así las cosas, ¿cómo es que el ácido gástrico no corroe al propio estómago? La respuesta es la triple combinada acción de una sustancia fundamental para la vida: la mucosidad que revista la cara interna del estómago. Esta mucosidad forma un grueso revestimiento que protege el estómago e impide que sea »digerido» por sus propios ácidos; además, lubrica el bolo alimenticio para que circule con facilidad por el tracto digestivo y, en tercer lugar, fabrica su propio antiácido: un bicarbonato que neutraliza el ácido.
Y tú… ¿Lo sabías?
Gracias por vuestra comprensión y amabilidad.
¡Hasta la próxima semana!
Micralax-
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