¡Hola, buenos días, buenas tardes y/o buenas noches! 

En el día de hoy, volvemos con el siguiente capítulo de esta maravillosa y nueva entrega. Hoy en día damos por hechas muchas cosas, pero a veces no sabemos el verdadero porque de estas. Pero tranquilos, estoy aquí para ayudaros. En esta entrega vamos a dar respuesta a las preguntas más interesantes y vamos a aprender muchas cosas. ¿Estáis preparados? ¡Vamos allá!

 

¿POR QUÉ…?

 

 

¿Por qué los árboles cambian de color en otoño?

Si bien es cierto que la primavera es la estación por excelencia para ver la naturaleza en su esplendor, la paleta de colores que nos ofrece un bosque caducifolio en otoño es un espectáculo difícilmente superable. El color verde de las plantas se debe a la clorofila, el famoso colorante vegetal que desempeña un papel esencial en la fotosíntesis. La clorofila absorbe la luz del sol y emplea esa fuente de energía para fabricar el alimento de las plantas: los azúcares que obtiene a partir del agua y del dióxido de carbono presente en la atmósfera. Las hojas con como pequeños laboratorios químicos que evaporan el agua que aspiran desde las raíces. La razón para la pérdida de su omnipresente color verde es que en otoño los elementos nutritivos van retrocediendo desde las hojas hacia las ramas, luego hacia el trono y finalmente hacia las raíces, pues esta es la manera que tienen los árboles de »recoger velas» y prepararse para el invierno: como muchos otros organismos vivos, el árbol se las ingenia para almacenar energía que utilizará en los tiempos difíciles. Es entonces cuando se desintegran los pigmentos de clorofila y aparecen otras células antes ocultas, con pigmentos multicolores que van desde el amarillo claro hasta el púrpura y el rojo, pasando por todas las tonalidades de naranjas, marrones y ocres.

¿Por qué decoramos un abeto por navidad? 

En el origen de esta tradición cristiana, como en el de tantas otras, existe una tradición pagana que el cristianismo combatió y reconvirtió otorgándole un nuevo sentido. Parece ser que era costumbre arraigada entre los pueblos del norte de Europa celebrar el cumpleaños de uno de sus más queridos dioses venerando un árbol. Para estos pueblos animistas, todo elemento de la naturaleza, animal, vegetal o mineral, estaba dotado de alma sagrada y por tanto, podía ser adorado o temido como un dios. Los druidas, sacerdotes de esta religión, celebraban el nacimiento de Frey, dios solar de la fertilidad, adornando un árbol llamado Yggdrasil, que significa »árbol del universo», cuyas raíces y ramas mantenían unidos los diferentes mundos, desde el Asgard -la morada de los dioses-, ubicado en la copa, hasta el Helheim -el reino de los muertos-, situado en las raíces más profundas. El rito tenía lugar en el solsticio de invierno, fecha muy próxima a la Navidad cristiana. Cuando los primeros evangelizadores llegaron a estas tierras aprovecharon la idea del árbol para celebrar el nacimiento de Cristo. Cuenta la tradición que fue san Bonifacio (680-754), evangelizador de Alemania, quien plantó el primer árbol de Navidad. Con una hacha taló el fresno que representa a Yggdrasil y colocó en su lugar un abeto. La simbología estaba clara: un árbol de hoja perenne, como el amor de Dios, reemplazada a otro de hoja caduca. Luego adornó con manzanas y velas; las primeras simbolizaban el pecado original y las tentaciones, mientras que las velas representaban a Jesús como luz del mundo. La forma triangular del árbol, generalmente una conífera, simbolizaba la Santísima Trinidad.

Y tú… ¿Lo sabías?

Gracias por vuestra comprensión y amabilidad.

¡Hasta la próxima semana!

Micralax-