Bienvenidos una edición más de ¿Qué hay de nuevo viejo? En esta ocasión recordaremos a un viejo amigo que está en peligro de extinción. Los videoclubs.

Para muchos de los que leáis esto y queráis ver una película seguramente accederíais a Netflix, HBO, Amazon Prime o alguna de las plataformas de streaming conocidas actualmente y quizás veáis impensable ir a un local para llevarte dicha película a casa verla y luego ir a devolverla.

En España el videoclub vivió su época dorada en los 80 y 90. Sin embargo, con la aparición de la piratería y sobre todo con los nuevos servicios de visionado de películas y series en  streaming los videoclubs han sufrido una agónica desaparición.

El nacimiento de los videoclubs comienza en el momento en que apareció el vídeo doméstico, especialmente el VHS en España. Y es que este sistema permitió poder visualizar las películas desde casa. El desarrollo de estos formatos  permitió al vendedor de proyectores y películas de Super 8 George Atkinson, iniciar un nuevo negocio, el del alquiler de películas por un tiempo limitado.

En ese año, 1977 fue el nacimiento del videoclub. La idea se le ocurrió cuando se dio cuenta que las películas eran muy caras y la gente solo las veía un par de veces por lo que pensó que podría hacer negocio alquilándolas. Así comenzó anunciando el nuevo negocio de alquiler en el periódico, alcanzando gran popularidad con la creación del primer videoclub de la historia, el llamado Video Station, en California.

Este sistema se fue consolidando en Estados Unidos hasta la aparición de la compañía Blockbuster en 1985. En pocos años, esta empresa consiguió convertirse en un referente mundial en el alquiler y venta de contenidos audiovisuales. A mediados de los 90 comenzó su incursión en España replicando el éxito. Además empezó a incluir el formato DVD  en su gran catálogo de películas e incluso videojuegos, por lo que se ampliaba enormemente el volumen de negocio.

Es en este momento en el que comienzan a surgir nuevos videoclubs que imitan el modelo de la compañía norteamericana. Muchos de ellos trataban de buscar una diferencia en la oferta de películas proponiendo una oferta menos comercial. Es el momento de máximo esplendor de los videoclubs ya que se trataba de la única alternativa al cine para ver películas. En ese momento había pocos canales en la televisión y no existía Internet. Además el alquiler era mucho más habitual que la compra de VHS, por lo que tenía poca competencia. Y es que el alquiler de películas era la forma cómoda y asequible de poder visionar películas desde casa.

Debido a la creciente oferta de videoclubs, los negocios trataban de fidelizar a su público mediante promociones, carnés de socios o eventos. Había hasta un componente social en la que el propietario tenía una labor clave, ofrecer los títulos que más pudiesen interesar a sus clientes. En esta época de mediados de los 90 la piratería aún no tenía el suficiente impacto que en la era de Internet. Se hacían copias de las cintas originales pero no era un método que se extendiera en gran medida como sí ocurrió en años posteriores con el desarrollo tecnológico.

El primer golpe duro para el sector videográfico vino con la llegada de las televisiones privadas en España. Estas provocaron un incremento de la oferta de contenido de entretenimiento sin necesidad de desplazarse a alquilar o devolver películas y de forma gratuita. Por lo tanto, en las décadas de los 90-2000 nos encontramos en un panorama de una sobreoferta de películas disponibles para ver en casa que perjudicaba al modelo de los videoclubs.

Con la llegada del DVD y la mejora de la pantalla de los cines, los videoclubs recibieron una nueva estocada. La nueva tecnología DVD se promocionó en tiendas ofreciendo títulos a un precio similar al del alquiler. Además los cines recuperaban parte del segmento que le había robado el videoclub gracias al salto de calidad de su tecnología de sonido e imagen.

A finales de los 90, la gran crisis de los videoclubs y de los circuitos de distribución de películas  minoritario comienza a hacer estragos. Se va reduciendo el número de empleados de los locales, siendo ya habitual el modelo de máquina expendedora para resultar rentable. Los videoclubs comenzaron a sustentar un negocio que no salía a cuenta y es que, simplemente manteniendo los expendedores  automáticos que daban servicio 24 horas los costos eran demasiado altos en comparación a la demanda.

Pero la estocada final vino a partir de Internet y de las plataformas de servicio en streaming. Y es que Internet fue el comienzo del fin de los videoclubs. La gran oferta que ofrecen las plataformas es ilimitada ya que cada una ofrece un conjunto de series o películas de todo tipo de géneros y años. Además los precios de suscripción a estos servicios son accesibles para todo el mundo.

¿Conocías los videoclubs? ¿Has ido alguna vez? ¿Crees que se podrían reinventar?